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De los besos y la barbarie

Publicado: 2013-02-26

El sábado por la tarde el MHOL convocó a la actividad denominada "Besos contra la homofobia". Lo que pasó ese día ya lo sabemos: cerraron -en un acto injustificado e ilegal- la Plaza Mayor para todos menos para un pequeño grupo de personas; arrojaron gas lacrimógeno y agua sucia a ciudadanos que, en estricto, se estaban besando extra rejas impuestas, según tengo entendido, por el gobierno central. En pocas palabras, se cometió un acto de discriminación bárbaro en un país que declara en su Constitución que “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado” y contra los derechos que en ese mismo documento se consagran.

Podemos estar de acuerdo o no con el método confrontacional con que el MHOL reclama derechos que, en principio, ya tienen (trato igualitario, derecho a no ser discriminados, etc.) en tanto ciudadanos, y otros que quieren conquistar (matrimonio –que yo prefiero llamar "uniones civiles", que para el caso es lo mismo–, posibilidad de adopción de niños, entre otros), pero ni aún estando en total desacuerdo no sólo con el método sino también con sus fines, debemos condenar la reacción de parte del Estado y señalar, con mayor autoridad moral que la que se atribuyen los sectarios religiosos –a quienes me cuidaré de llamar cristianos, pues no merecen tal título–, esa promoción de la intolerancia y la discriminación que desde despachos, escritorios, templos, púlpitos y atrios se intenta propagar.

Lo sucedido el sábado nos debe hacer dar cuenta de que la lucha de la comunidad LGTB no es una lucha sectaria, banal o sin fundamento. Al contrario, ahora más que nunca estoy convencido de la necesidad de unirnos a ellos, pues nos encontramos ante un Estado que no tiene reparos en utilizar métodos represivos contra sus ciudadanos cuando estos se manifestaban de forma pacífica en las calles de una ciudad que también les pertenece ejerciendo su derecho de reunión y de expresión.

Las imágenes de lo sucedido el sábado, las de un Estado que no duda en sacar tanquetas contra cierto tipo de personas, atropellados en sus derechos, vejados en su dignidad con agua sucia en un espantoso acto de humillación, contrasta de forma terrible con, primero, el cerco policial que protegía a un grupo de fanáticos intolerantes –no sabemos de quien ya que nadie más estaba en la plaza–; y, segundo, con la de agentes policiales inmutables al mando de un mentiroso ante el accionar de delincuentes que roban, hieren y matan a plena luz del día. Es patético y escalofriante confirmar que el gobierno se preocupa más de protegernos de la comunidad LGTB que de los asesinos.

Lo sucedido el sábado, además, deja en claro que la lucha por nuestros derechos está exclusivamente en nuestras manos. No contamos con el apoyo de autoridad alguna, por más carismática o progre que se nos quiera vender, pues, al menos yo hasta este momento no he escuchado a la señora Villarán -quien estuvo en la apertura de la marcha por el día del orgullo gay alguna vez- al menos condenar lo sucedido el sábado y, peor aún, tengo entendido que un grupo de gente que apoya a la alcaldesa pidió a los dirigentes del MOHL "postergar" la actividad ya que esto "podría perjudicar" la campaña por el NO, dejando claro que los derechos de la gente son, siempre, cuestiones de oportunismo y que, en el momento en que su reivindicación nos es perjudicial, deben sacarse de la ecuación que nos permita el mejor rédito político.

Finalmente, me sigue dando pena –y miedo– la doble moral peruana que condena como escandaloso el beso de dos personas del mismo sexo, pero justifica el "agarrarlos a patadas" –que es finalmente lo que pasó el sábado–. Esto ya sin mencionar la enorme cuota de machismo cuartelario que aireamos orgullosos y que nos lleva a señalar y humillar a los "cabros de mierda" y a las "machonas esas”; a los primeros por no ser lo suficiente "machos que se respetan" y a las segundas por no permitirse estar a disposición del urgente requerimiento animal de esos machos en todo momento, como cuando en la calle deben recibir felices un "mamacita que buen culo" dicho sin descaro ni pudor delante de esos mismos niños y niñas que debemos proteger de esa gente rara que se ama y se besa como alguna vez lo hicieran papá y mamá cuando ellos también se amaban.

De interés:

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por Miguel Ángel Peña