#ElPerúQueQueremos

Ni valor, ni verdad

Publicado: 2012-09-23

Por donde quiera que se toque este tema, sólo tocaremos mierda. Desde la emisión de ese asqueroso programa hasta las reacciones que la gente está teniendo, pasando por una chica con tendencia al arribismo y un aparente apego por el dinero fácil y un ex enamorado machista y por eso imbécil, como millones de los que hay por ahí y que estarán de acuerdo con lo que este patán ha hecho. Todo está manchado, todo es sucio, carroña de la que nos alimentaremos por una buena cantidad de días hasta que cualquier otro caso similar remplace este, que promete sacar de los titulares al doctor Ciro Castillo y sus destemplados reclamos de una justicia que ya no lo será por ningún lado.

¿Tiene algo que ver el programa con la muerte de Ruth Thalia?

Sí. Pero tiene que ver en tanto todos nosotros permitimos que existan programas como ese. El programa es tan culpable como nosotros, la sociedad completa, de la muerte de esta chica.

La vida privada de nadie debería ser ventilada de ese modo y, aun cuando lo fuera, no debería importarnos, mucho menos escandalizarnos. Pero, siempre nos llamará la atención ver a alguien, una especie de chivo expiatorio de nuestras conciencias, sacar a flote todo aquello que nosotros, honorables ciudadanos, preferimos mantener bajo siete llaves en el último rincón de nuestros recuerdos porque esas “confesiones” sobre aquellas cosas de las que “deberían avergonzarse” nos permiten, además, practicar nuestro deporte favorito, el chismorreo ponzoñoso, el que nos permitirá sentirnos mejores personas porque “nosotros jamás haríamos eso”, aunque en el fondo también guardemos ciertos secretos igual de ruborizantes.

Si hay algo por lo que señalar a Ruth Thalia en este caso es de haberse prestado al hediondo juego del dinero, el escándalo y el rating, de exponerse sin medidas de precaución al pronosticable linchamiento público por parte de todos nosotros que gustamos de hacer mierda a cualquiera por cualquier razón, sobre todo si es mujer y ha tenido la desfachatez de abrirle las piernas a alguien que no sea SU cualquier cosa. Ese fue su verdadero error, su pecado (que ahora paga demasiado caro).

Sexo, machismo y el valor de la vida

De todos los chismes que podamos comentar con regusto, siempre serán nuestros favoritos aquellos que contengan detalles sobre la vida sexual de alguien, y si se trata de una mujer, más aún.

No hemos aprendido a aceptarnos como seres sexuales, y la culpa la tienen los curas, pastores, hermanos, obispos y demás gentuza apasionada en interpretar la biblia de modo que todo lo que tenga que ver con el placer de la carne sea malo, una condenable acción que sólo nos llevará a quemarnos en el fuego del infierno.

Nuestro pavor por el sexo es tan ridículamente extremo que, no sólo ocultamos nuestros propios gustos bajo cucufatos mantos y religiosos pudores, sino que inclusive preferimos eufemismos a los nombres completos y correctos, como si decir pene, vagina, clítoris, erección o lubricación nos manchara la boca, nos supiera mal, convirtiendo esas palabras en cosas de mal gusto y nulo refinamiento.

Ruth Thalia cometió el error de decirle a todo el mundo que ella había preferido ser una trabajadora sexual (ya sea sólo mostrando su cuerpo o permitiendo coitos por dinero) a ser cualquier otra cosa que no le generaría los ingresos que aquello sí. Señalar a alguien por eso es totalmente hipócrita y necio, sobre todo de parte de los hombres, devotos consumidores de los productos ofrecidos por las “chicas malas”, aquellas que están ahí para que podamos hacer con ellas lo que queramos, pero que jamás aceptaremos a nuestro lado como vecinas o conocidas y mucho menos como hijas o novias.

El tipejo aquel ha declarado que se sintió herido en su orgullo, el orgullo de macho se entiende, y que en su casa estaban enojados con él y que lo insultaban, le decían cachudo y, por lo menos a mí, eso da cuenta completa del móvil del crimen (echando mano del gélido lenguaje penal).

Para él, como para millones de hombres, eso es más importante que la vida de un ser humano, sea mujer u hombre, pues, y no temo decir esto, de tener oportunidad de matar al “otro”, también lo habría hecho, pero, como siempre sucede en estos casos, el macho ofendido en su orgullo de semental no lo es tanto como para salir a buscar a ese otro, u otros, y enfrentarlos. Siempre buscará el lado más débil para atacar y ejercer el poder del que creen tener derecho.

Podremos decir que el tipo es un tonto porque no midió que la muerte de Ruth Thalia no sólo no le borrará el pasado de cachudo sino que además ahora lo llevará a la cárcel. Pero, decir eso sería tonto de nuestra parte. En la cabeza de Bryan, como en la cabeza de cualquier persona que se cree con autoridad de superponer su persona a la vida, y la libertad, de los demás la cárcel sólo será una consecuencia a asumir luego de haber  consumado su venganza, una venganza que para ellos es justa y limpia su honra, su nombre y renueva, por su puesto, su orgullo. Han restituido de este modo el poder que ellos deben ostentar y que había sido puesto en peligro por el libre actuar de, en este caso, una mujer.

Reacciones para todos los gustos

Ahora aparecerán reacciones de todo tipo, las más sencillas de encontrar serán la de la prensa escarbando en la caca para ponerla en nuestra mesas y nosotros consumiéndola entre la indignación por lo mal que va el mundo y nuestro alivio porque a nosotros esas cosas no nos pasan, gracias a dios.

También estarán, por su puesto, las notas y reportajes dolidos, con canciones tristes de fondo que intentarán conmovernos por la muerte de Ruth Thalia y nos llevarán a odiar y pedir una nueva venganza disfrazada de legalidad contra el maldito asesino, pero que no nos ayudarán a entender nada acerca de por qué en  un programa de televisión te regalan plata por contar lo que haces a espaldas de todo el mundo y cómo eso lleva a que un imbécil te mate dejándonos flotando en la misma miseria de siempre a la espera de la próxima ración de mierda que tengan a bien ofrecernos.

Finalmente estarán las reacciones bien intencionadas y conscientes, como la mía, que hablarán de crímenes de odio (que en el código penal está regulado con el nombre técnico de homicidio calificado o asesinato), feminicidio y pedirán una nueva ley que reprima con más cárcel a los que los cometan, pero que no entenderán que una nueva ley no resolverá en nada el problema de nuestra forma de pensar.

Esto no es un problema de leyes y cárceles. Es un tema de quiénes somos, de cómo pensamos y actuamos, de cómo nos vemos a nosotros mismos como seres humanos y cómo queremos que los demás nos vean. Mientras no aceptemos que somos seres humanos, que nadie es más ni menos digno que otro, que nuestra sexualidad es nuestra y no del cura ni del pastor, como tampoco es de nuestros padres o novios o novias, sino nuestra y tenemos derecho de hacer con ella lo que mejor nos parezca, hasta ser putas si esa es nuestra vocación sin que por eso perdamos nuestra calidad de seres humanos; mientras no nos atrevamos a llamar las cosas por su nombre y no entendamos, además, que nadie puede ni debe ejercer ningún tipo de control sobre nadie por ninguna razón que no sea formalmente necesaria (como la de un profesor que guía una clase). Mientras no desterremos del pueblo a aquel que viene a amenazarnos con el infierno por echar un polvo con quien nos apetezca cuando nos apetezca así como de nuestras cabezas el ridículo concepto de la honorabilidad y el orgullo mancillados, seguiremos teniendo ese tipo de programas y ese tipo de crímenes, ya sea contra mujeres, homosexuales, negros, cholos, hombres o cualquiera.


Escrito por


Publicado en

SABRÁN DISCULPAR

por Miguel Ángel Peña