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Si no hay patria, no hay símbolos que deba respetar

Publicado: 2012-07-17

Si hemos llegado al punto en que los monumentos valen más que cualquier otra cosa y que los muertos son sólo pasivo político, es que nos hemos convertido en nada, ahora somos simplemente factores a tomar en cuenta en el planeamiento del siguiente proyecto de inversión, una variable en la ecuación de los miles de millones a ganar, elemento prescindible del paisaje económico.

Ante el capital, ante la ganancia, el rédito, todos terminamos desnaturalizados, transformados, minimizados; ante la imponente autoridad de los miles de millones todos quedamos reducidos al mínimo, a lo menos valioso, ya no somos humanos, ni hombres, mujeres o ciudadanos; somos meros instrumentos y ya ni eso, el escombro a retirar del camino.

Cualquiera que tenga un cargo con un poquito de poder, desde el presidente hasta el suboficial que te considera un perro, ahora son sólo peones; sólo la fuerza de choque, la herramienta, la pala mecánica que se traerá abajo el montículo de piedras humanas que nos impide llegar a la única y gran meta, la ganancia.

Pero, esto no es nuevo. Ingenuo sería pensar que este discurso es un engendro del momento. No lo es. Ha sido un trabajo lento, metódico, silencioso por el cual nos han rendido ante cosas como la excelencia, el omnipresente liderazgo, la imprescindible competitividad. La deshumanización está dando sus frutos, el mercado está ganando, el dinero ha triunfado, la publicidad ha vencido. No nos queda otra cosa que rendirnos y comprar, comprar y comprar y señalar a cualquiera que impida seguir produciendo y comprando.

A cambio nos han dado unos cuantos trastos, unos cacharros inservibles como una marca con el nombre de lo que fuera un país, dos platos de comida y una bebida gaseosa que hace mucho no es nacional.

Este chauvinismo no es patriotismo, es un síntoma de la desintegración; este nacionalismo de cuchillo y tenedor, sólo una pantomima, una comedia de la desintegración, el guion que debe seguir el zombi, buen ciudadano, que no ya no actúa a menos que le digan cómo hacer.

Así las cosas, este mes no tengo nada que celebrar, porque esto, señores, no es patria, es un circo de marionetas donde ya no hay gente, personas; no hay vidas que defender y proteger; aquí ya no hay a quien llamar compatriota, porque ya no personas frente a nosotros, y, sin personas no hay país, no hay patria ni mucho menos símbolos que valga la pena respetar.


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SABRÁN DISCULPAR

por Miguel Ángel Peña